Cada vez más angioplastias para tratar enfermedad vascular

Cada vez más angioplastias para tratar enfermedad vascular

Son utilizadas en aquellos casos en que la cirugía tradicional no puede ser empleada, permitiendo un tratamiento menos invasivo y con alta tasa de éxito. Mediante estos procedimientos por cateterismo en los miembros inferiores, se llega a zonas alejadas que antes no se lograba alcanzar.

Avances en tecnología biomédica han permitido ampliar el espectro de aplicaciones posibles para la angioplastia, y una de ellas es el tratamiento de la Enfermedad Vascular Periférica (EVP). Hasta hace pocos años, la EVP sólo podía tratarse mediante cirugía de bypass, y únicamente en aquellos casos en que los vasos afectados tuvieran un calibre considerable y la obstrucción fuera localizada. En la actualidad, la angioplastia puede emplearse en vasos de pequeño calibre e inclusive en situaciones en que la enfermedad es “difusa”.

La Enfermedad Vascular Periférica se caracteriza típicamente por la obstrucción de los vasos sanguíneos de los miembros inferiores (cintura, muslo, rodilla, tibia y peroné, tobillo y pié), que conlleva a un dolor cuya intensidad y localización dependen de la gravedad y la ubicación de las obstrucciones. Esta enfermedad es causa del llamado “síndrome del mirador de vidrieras”, que recibe su nombre por un dolor que aparece al caminar y cede al detener la marcha, como si se “miraran vidrieras”.

Consultado sobre sus causas, Carlos Rojas Matas, médico cardioangiólogo intervencionista y miembro del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI), destacó que “las condiciones que con mayor frecuencia conducen a la EVP son los denominados factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular, tales como hipertensión arterial, las dislipemias –alteraciones en el metabolismo de las grasas, como la hipercolesterolemia–, la diabetes y el tabaquismo”. Según el experto, “estos factores pueden contribuir al desarrollo de placas ateroscleróticas compuestas por grasas –cristales de colesterol-, glóbulos rojos, fibrina, etc.,” que provocan obstrucciones de los vasos, causan síntomas tales como el dolor durante la marcha y conducen finalmente a los daños típicos de la afección.

La EVP no tiene cura definitiva y eso implica que los tratamientos actualmente disponibles tienen como objetivo mejorar la calidad de vida disminuyendo los síntomas característicos de esta afección, y evitar en lo posible la progresión de la enfermedad hacia formas más graves y de mayor dificultad en su resolución y control. En este sentido, Rojas Matas explicó que las obstrucciones vasculares “pueden ocurrir en todos los territorios arteriales del organismo, pero los referidos a miembros inferiores -EVP- se observan en tres localizaciones diferentes: la cavidad abdominal (llamadas obstrucciones aorto-ilíacas), la región comprendida entre la ingle y la rodilla (denominada fémoro-poplítea) y la región localizada por debajo de la rodilla (infrapoplítea o infrapatelar). Es muy frecuente la afectación de más de un territorio en el mismo paciente. A medida que los vasos están más lejos del corazón –es decir, son más ‘distales’–, se encuentran más ramificados, tienen mayor longitud y menor calibre y están sometidos a mayores y diferentes fuerzas: de estiramiento o elongación, de torsión o rotación y compresión por la masa muscular circundante”. Este contexto, continuó Rojas Matas, “hace que el tratamiento de las zonas más distales sea un verdadero desafío para la terapéutica a instituir y en la que la cirugía de bypass aun en la actualidad no puede ofrecer los resultados todo lo satisfactorios que se desearían”.

Durante décadas, la cirugía de bypass ha sido el único tratamiento posible para la EVP, con excelentes resultados. Sin embargo, tal como lo expuso Andrés Dini -especialista en cardioangiología intervencionista y miembro del CACI- “este tratamiento no ha podido ser aplicado con éxito en las regiones más distales, como consecuencia del bajo calibre de los vasos que allí se localizan”. Aún más, explicó, “el éxito de la cirugía de bypass depende de que la obstrucción sea localizada y de que haya zonas de buena irrigación por encima y por debajo de la obstrucción. De lo contrario, el bypass no tiene dónde ser conectado”, que es algo parecido a lo que ocurre al tomar un atajo para escapar a un embotellamiento: si no hay vías libres más adelante, el atajo es inútil.

La técnica de angioplastia consiste en introducir un catéter por dentro del vaso obstruido, para luego dilatarlo con la ayuda de un pequeño balón inflable localizado en su extremo. A su vez, esta intervención permite colocar una prótesis vascular, denominada stent, que es una malla metálica que impide que el vaso vuelva a obstruirse. Para Dini, este procedimiento no reemplaza a la cirugía de bypass, sino que la complementa: “no se trata de un enfrentamiento entre una y otra, sino que la elección del tratamiento más adecuado depende de múltiples factores, como el riesgo quirúrgico del paciente y la extensión y la localización de la obstrucción, entre otros”.

Al respecto, los especialistas hacen hincapié en que el desarrollo de nuevas tecnologías y materiales ha permitido realizar angioplastias de vasos localizados en zonas de difícil acceso y de pequeño calibre. Esto posibilita realizar tratamientos con gran éxito en el corto y largo plazo, con intervenciones poco invasivas, que requieren un tiempo de internación mucho más corto que la cirugía de bypass.

A pesar de la gran relevancia de esta enfermedad, Jorge Bluguermann -también especialista en cardioangiología intervencionista y miembro del CACI- afirmó que “está subdiagnosticada o directamente mal diagnosticada. En muchos pacientes con EVP, el dolor en miembros inferiores es atribuido a otras condiciones (artrosis, reumatismo) que, por la edad de los pacientes, frecuentemente coexisten. La sospecha de EVP se basa en elementos muy simples (por ejemplo: la ausencia de pulsos en los miembros inferiores) y una derivación oportuna permite ofrecer una mayor variedad de opciones terapéuticas, antes de que la enfermedad progrese a estadios más graves. En este contexto, el diagnóstico tardío se vuelve un punto de preocupación. Según los expertos consultados, la EVP es una enfermedad mucho más prevalente que lo que se cree, aunque todavía no hay registros sistemáticos de su incidencia en nuestro país.

 

Fuente: Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI)

Larisa Londero

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