¿Se deben ignorar las emociones negativas?
Una cuestión en la que intervienen ciencia, salud y cultura
A diferencia de las épocas en que se condenaba a las emociones en nombre del “buen pensar”, hoy se aconseja inclusive el ejercicio de tomar conciencia de las emociones negativas para poder controlarlas y superarlas.
Por diferentes motivos y de diferentes maneras, en el ámbito de la psicología, de las neurociencias, en la vida cotidiana y hasta en los ámbitos de la psicología laboral hoy se está revalorizando el papel de las emociones, que tradicionalmente fueron relegadas por nuestra cultura a un rol supuestamente menos importante que el de lógica y la razón (aunque en realidad no sepamos bien qué es exactamente esto último). Se ha creído que “pensar” es sinónimo de “pensar fríamente”, es decir, sin que intervengan las emociones en eso, cuando en realidad puede ser que eso suceda a veces, pero en las situaciones en que nos vemos comprometidos a decidir algo en la vida cotidiana, lo hacemos en un marco de realidad que de una u otra manera afecta a nuestras emociones. De hecho, hoy se tiende a pensar más bien que el mayor problema sería no poder conectarse con las propias emociones en el momento de decidir… si es que éstas son emociones positivas. Cuando son emociones menos agradables, las que se ponen en juego, la cuestión se complica. Porque tampoco es cuestión de ser esclavos de las emociones.
“Actualmente la ciencia está reconociendo que las emociones son parte vital y esencial de nuestras vidas y que gracias a ellas no solo vivimos sino que tomamos todas nuestras decisiones, le damos sentido a la vida, armamos nuestros proyectos y que son básicamente inconscientes –explica Solange García Bardot, psicóloga del Centro Hémera, institución porteña especializada en el manejo y tratamiento del estrés y la ansiedad–. También sabemos que no es lo mejor dejarse llevar por las emociones, pero peor es ignorarlas. Las emociones son útiles para la vida, son parte de cada pequeño acto y de cada pensamiento. Emocionarnos es una vivencia tan universal como personal”.
“Los gestos de las distintas emociones básicas como el miedo, la sorpresa, el asombro o la alegría, son universales, innatas y ocurren en todas las culturas –sostiene la especialista–. También se ha investigado sobre los patrones de respiración característicos para cada emoción. Y se conocen las neuronas especializadas en reconocer no solo las emociones propias sino las ajenas, llamadas neuronas espejo. Esto es fundamental para la supervivencia de los hombres y su necesidad de conexión con otros. Es decir, las emociones tienen una importante función social, de conexión, que además en los primeros años de vida es vital para el hombre”.
En gran parte, las emociones también son inconscientes y, según la especialista, cada vez es mayor el consenso que dice que es bueno tomar consciencia de ellas.
Aceptar y regular
¿Qué podemos hacer con las emociones para que no nos arrastren? “Parece que lo mejor que podemos hacer es conectar con ellas –señala García Bardot–, aprender a vivenciarlas, darles su espacio y tiempo, conocerlas, aceptarlas, para luego regularlas”.
Cuando se les permite desarrollarse, las emociones tienen un comienzo, un desarrollo donde alcanzan su punto máximo, y un final. “Cuando la emoción es interrumpida, o negada por algún factor, comienza a hacer síntoma, puede ser en el cuerpo pero puede ser la sombra. En cambio, cuando las incluimos podemos saber de su función, podemos ser conscientes de su energía particular y saber para qué nos sirve”.
Pero si es conexión se extiende indefinidamente en el tiempo, ya no es funcional. “Hay emociones que comienzan siendo placenteras y si se extienden más del debido tiempo se transforman en lo contrario”.
Existen varias maneras de regular las emociones de manera natural y espontánea para que el caos emocional se desacelere un poco, explica, “lo suficiente como para generar espacio mental para que esa información emocional funcione dentro nuestro de manera óptima”. Se trata de realizar actividades disfrutables, el juego, el ejercicio físico, las relaciones sociales, el descanso.
Una mente “atenta pero relajada” es el objetivo. La psicóloga traza un panorama de algunas alternativas actuales para aprender el manejo de las emociones: “Últimamente se están desarrollando y enseñando las técnicas de mindfullnes, meditación y yoga, donde se trabaja con la atención focalizada en las sensaciones, sin juzgar”. Se busca una mente más tranquila vigilante atenta pero relajada.
Fuente: Castropol Comunicaciones