Crecen los casos de cáncer asociados al hígado graso
- La esteatosis hepática no alcohólica, más conocida como ‘hígado graso no alcohólico’, se asocia a sedentarismo, mala alimentación y cada vez más se la vincula a largo plazo con el desarrollo de cirrosis y cáncer de hígado. Este último, constituye la segunda causa de muerte por enfermedad hepática, siendo la primera la muerte por descompensación de la cirrosis.
- El cáncer primario de hígado o hepatocarcinoma es el sexto en incidencia a nivel mundial, con 840 mil casos nuevos por año en el mundo. Por ese motivo, es necesario monitorear cada 6 meses a quienes tienen cirrosis para diagnosticar tempranamente la aparición del tumor.
El cáncer de hígado o hepatocarcinoma se desarrolla fundamentalmente en pacientes con cirrosis. En Argentina, los principales factores de riesgo son la cirrosis por virus de la hepatitis C y la cirrosis alcohólica. Sin embargo, en los últimos años ha ido cobrando relevancia una tercera causa: la esteatohepatitis no alcohólica, más conocida como hígado graso (acumulación de grasa alrededor de este órgano, producto de una alimentación poco saludable y vida sedentaria).
Esta condición, tras 10 ó 20 años de evolución -muchas veces silenciosa y asintomática- puede llevar a la cirrosis y, consecuentemente, a la aparición del cáncer.
1 de 5
Expertos de la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado (AAEEH) afirmaron que aproximadamente 1 de cada 5 personas que llega al trasplante de hígado por cirrosis presenta asociado el diagnóstico de hepatocarcinoma. Por eso, desde la asociación se destaca la importancia de la vigilancia o monitoreo a estos pacientes cada 6 meses para arribar al diagnóstico del tumor temprano, lo que incrementa las chances de curación.
“A nivel mundial, se ha observado que las personas con hígado graso que llegan a la cirrosis presentan un riesgo aumentado de desarrollar cáncer de hígado. Por eso, es un factor de riesgo que hoy se tiene cada vez más en cuenta”, señaló la Dra. Beatriz Ameigeiras, presidente de la AAEEH.
El hígado graso no alcohólico es una condición muy prevalente en personas que a través de los años tienen manifestaciones del síndrome metabólico, es decir, obesidad, diabetes, hipertensión y aumento de los triglicéridos en sangre.
“Es un síndrome que suele desarrollarse en forma silente, o con pocos síntomas y, luego de muchos años, puede llevar a que un paciente con hígado graso e inflamación del hígado desarrolle cirrosis y cáncer”, sostuvo la Dra. Valeria Descalzi, miembro de la (AAEEH), coautora de las últimas Guías de Diagnóstico y Tratamiento del Hepatocarcinoma que presentó esta asociación.
En la misma línea, el Dr. Federico Piñero, que también fue coautor de las Guías elaboradas por la AAEEH y médico de planta de la Unidad de Hígado y Trasplante Hepático del Hospital Austral, informó que en el hepatocarcinoma, el principal factor de riesgo es la enfermedad hepática crónica en fase de cirrosis de cualquier origen. Las dos causas más frecuentes de cirrosis en el país son la hepatitis C y el consumo crónico de alcohol.
“Sin embargo, en los últimos años a nivel mundial y también local se observó un aumento de este tipo de cáncer por hígado graso no alcohólico. Dentro de las características epidemiológicas de este tumor, los hombres tienen más riesgo y la mediana de edad para su aparición es entre los 50 y 60 años, dependiendo de la historia de enfermedad hepática previa”, manifestó el experto.
Argentina
Si bien el cáncer de hígado, según datos recientes de la Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer (IARC), se ubica sexto a nivel mundial, con 840 mil casos nuevos por año en el mundo, presenta una elevada mortalidad, dado que suele diagnosticárselo tardíamente, convirtiéndose en la cuarta causa de muerte por cáncer en términos globales.
En Occidente, es más prevalente el hepatocarcinoma por cirrosis por virus de la hepatitis C. Tanto es así, que en un número significativo de los individuos que adquirieron la infección 30 ó 40 años atrás, cuando la incidencia de la misma era elevada, actualmente presentan cirrosis y han desarrollado cáncer de hígado. Por eso es importante curar a tiempo a toda personas con hepatitis C.
La importancia del monitoreo
Como en la gran mayoría de los tumores, el diagnóstico tardío de este cáncer se asocia a un peor pronóstico, por lo que se recomienda llevar adelante un programa de vigilancia en personas con cirrosis.
“Así como las mujeres tienen un programa de vigilancia en cáncer de mama, en cáncer de hígado también existen programas para diagnosticarlo en etapas tempranas, lo cual ofrece una mejora en la sobrevida. Dicho programa es recomendado para todos los pacientes con cirrosis y en aquellos con hepatitis B crónica, hepatitis C con un grado de fibrosis alto y también para personas con historia familiar de este cáncer”, sostuvo el Dr. Piñero.
“Es fundamental abordar el tratamiento de la hepatitis C para curar a tiempo a todas las personas que tienen esta enfermedad y así evitar que desarrollen cirrosis e incrementen su riesgo de cáncer. También es importante crear estrategias para disminuir el consumo de alcohol, instaurar programas para el manejo del síndrome metabólico, algo en lo que pueden intervenir no sólo los especialistas en hepatología, sino también diabetólogos, cardiólogos, y nutricionistas. Las guías de manejo de hepatocarcinoma publicadas recientemente por la AAEEH no sólo tienen lineamientos para los socios, sino para toda la comunidad médica en general, para que se monitoreen factores de riesgo en pacientes que pueden llegar a desarrollar hepatocarcinoma, se implementen adecuados métodos de vigilancia y, una vez detectado el cáncer, se instauren la mejores estrategias de tratamiento disponibles”, detalló la Dra. Descalzi, jefa de Hepatología de la Unidad de Hepatología y Trasplante Hepático del Hospital Universitario Fundación Favaloro.
Tratamiento
El abordaje de este cáncer varía de acuerdo con el estadio en que el paciente sea diagnosticado, con el grado de enfermedad hepática concomitante y si tiene o no una cirrosis descompensada.
“En estadios tempranos, se puede optar por tratamientos locales como la ablación por radiofrecuencia, que quema el tumor, o la resección quirúrgica en algunos pacientes con enfermedad hepática compensada e incipiente. El trasplante también es una alternativa que puede ser aplicada tanto en pacientes con enfermedad hepática compensada como descompensada. En pacientes en estadios intermedios, que no son candidatos ni a una operación ni a trasplante, se puede aplicar quimioterapia local, directamente hacia el tumor, es un tratamiento endovascular. Por último, en estadios avanzados se usan fármacos de primera y segunda línea”, concluyó el Dr. Piñero.