¿Los jóvenes con trastornos alimentarios están predispuestos a padecerlos?
Los resultados de un nuevo estudio publicado el 10 de enero en la revista Nature Mental Health.
Los trastornos de la alimentación parecen vincularse con diferencias en la estructura cerebral de los adolescentes.
Los adultos jóvenes que desarrollan trastornos alimentarios parecen haber retrasado la maduración del cerebro en la adolescencia, muestran las IRM en un nuevo estudio publicado el 10 de enero en la revista Nature Mental Health.
En particular, la reducción de la maduración del cerebelo (una región del cerebro que controla el apetito) ayudó a explicar un aumento en el riesgo de dietas malsanas o purgas a los 23 años, apuntaron los investigadores.
«Nuestros hallazgos revelan cómo el retraso en la maduración del cerebro durante la adolescencia vincula la genética, los problemas de salud mental y las conductas alimentarias desordenadas en la adultez temprana, enfatizando el rol crítico del desarrollo del cerebro en la formación de los hábitos alimenticios«, señaló en un comunicado de prensa de la universidad la investigadora principal, Xinyang Yu, estudiante doctoral del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres.
En el estudio, los investigadores analizaron datos de casi 1,000 personas en Inglaterra, Irlanda, Francia y Alemania. Todos los participantes se sometieron a resonancias magnéticas a las edades de 14 y 23 años, proporcionaron muestras para análisis genéticos y completaron cuestionarios relacionados con sus hábitos alimenticios.
A los 23 años, alrededor de un 42 por ciento de los participantes tenían conductas alimentarias saludables, un 33 por ciento tendían a hacer dieta y a purgarse, y un 25 por ciento eran comedores compulsivos, anotaron los investigadores.
Los trastornos de la alimentación se vincularon con problemas emocionales en la adolescencia, como la ansiedad y la depresión, encontraron los investigadores, así como con problemas conductuales, como la hiperactividad.
La ansiedad y la depresión también aumentaron significativamente entre los que comían malsano a medida que se convertían en adultos jóvenes, añadieron los investigadores.
Las resonancias magnéticas revelaron que estos problemas de salud mental y los trastornos alimentarios posteriores podrían explicarse por una maduración más lenta del cerebro de algunos participantes.
Los cerebros de los adolescentes tienden a madurar a medida que se convierten en adultos, y la capa externa del cerebro se reduce de tamaño a medida que se eliminan las conexiones neuronales innecesarias.
Pero las personas con trastornos alimentarios tendían a someterse a este proceso más lentamente, debido a factores genéticos y ambientales, muestran los resultados.
En particular, el riesgo genético de obesidad y el IMC alto en la adolescencia influyeron en la maduración del cerebro y, como resultado, en la probabilidad de que una persona desarrollara un trastorno alimentario a los 23 años.
«Al mostrar que diferentes conductas alimentarias malsanas se vinculan con trayectorias diferenciales de los síntomas de salud mental y el desarrollo del cerebro, nuestros hallazgos podrían informar al diseño de intervenciones más personalizadas«, señaló en un comunicado de prensa el coautor Zuo Zhang, investigador del Colegio del Rey de Londres.
En particular, los adolescentes con trastornos del estado de ánimo y conductuales podrían beneficiarse de una educación dirigida a promover una alimentación saludable, apuntaron los investigadores.
«Esto podría desempeñar un rol crucial en la prevención de los trastornos de la alimentación y en el respaldo de la salud general del cerebro«, concluyó en un comunicado de prensa la investigadora sénior, Sylvane Desrivieres, profesora de psiquiatría biológica del Colegio del Rey de Londres.